Los obispos levantan la voz
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Andrés Sanfuentes
La carta pastoral de los obispos “Humanizar y compartir con equidad” merece comentarios. En primer lugar, que partan por pedir perdón por los abusos sexuales conocidos últimamente, que han afectado seriamente el prestigio de la Iglesia Católica chilena; ese reconocimiento les permite levantar la voz en otros temas de carácter social que los aproxima a la realidad nacional. Últimamente habían centrado sus opiniones excesivamente en la moral sexual, dejando de lado su histórica enseñanza sobre la Doctrina Social.
Porque la Iglesia chilena siempre ha sido para los ricos y los pobres. No sólo atiende a los alumnos de los colegios de la “cota mil”, también es la del cura Pierre Dubois y del Hogar de Cristo. Su labor evangelizadora la lleva a definirse frente a nuestros problemas actuales.
Parte por “discernir los signos de los tiempos”, en que el énfasis está en examinar los cambios que han ocurrido en el país, resaltando los hechos positivos, entre los que destacan los cambios tecnológicos, la valorización de los derechos humanos, la promoción de la mujer, el mayor conocimiento de la naturaleza y las exigencias de respeto con ella, los avances en la libertad y la participación y conciencia ante las injustas discriminaciones.
Pero también señala los hechos que crean malestar, haciéndose eco de la crítica social, cuya expresión más nítida son las movilizaciones sociales reiteradas por más de un año. Parten por resaltar “el modelo cultural que ha impuesto la globalización”, implementado con la mayor ortodoxia en Chile, en que se busca un desarrollo “excesivamente centrado en los aspectos económico y en el lucro”, lo cual “han sido causa de tensiones y desigualdades escandalosas entre ricos y pobres”. Pone el énfasis en la centralidad del mercado, extendido a todos los niveles de la vida personal y social.En la visión de la carta pastoral el país está marcado por profundas desigualdades, en que las expresiones más serias ocurren en la educación y la segmentación territorial, donde “la partida desigual y la competencia descontrolada no hacen sino ampliar la brecha cuando se llega a la meta. El resultado final es que nos encontramos en un país marcado por la inequidad”, en que se plantea el salario ético como una consecuencia de la dignidad humana.
Uno de los aspectos más interesantes que desarrollan es la diferenciación ente individuo y persona, pues están en la esencia de la crítica al individualismo, el rasgo distintivo del mercantilismo que distingue a la sociedad chilena.
El mérito de la carta de los obispos es que se han pronunciado sobre los temas centrales que caracterizan al Chile actual, en sus logros como en sus carencias, en que el país ha estado afectado por el profundo malestar que sufre la población, que observa que hay problemas que se han ido agravando en los últimos años, sin que se aprecien planteamientos de consenso para resolverlos. Ellos son muy sabidos: la profunda desigualdad existente en una comunidad socialmente discriminadora, racista y xenófoba; los abusos; la creciente concentración de la riqueza y la propiedad; los desequilibrios regionales; el consumismo como expresión del individualismo; el predominio de los grandes conglomerados que ahogan a las micro y pequeñas empresas; y la pobreza que todavía angustia a un importante sector de los chilenos, han ido creando un creciente grado de insatisfacción en nuestra sociedad, que no se expresa con manifestaciones generalizadas de violencia ciudadana, pero están afectando las posibilidades de un desarrollo económico que no se puede lograr sino con equidad y solidaridad.
La palabra de los obispos ha sido poco considerada por la mayoría de los sectores políticos y los medios de difusión, probablemente porque las críticas no siempre son gratas y las verdades son dolorosas cuando no se tienen respuestas certeras. En el caso del gobierno, con habilidad sostuvo que interpretaban su visión y compartían el enfoque, aunque deberían haber resaltado más los avances de los últimos dos años. Solamente faltó decir que los obispos se habían inspirado en los discursos presidenciales y que les faltó citarlos.